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Yoli Arrazola

Yoli Arrazola

Retos y emprendimiento, son dos aspectos que fundamentan el trabajo de la cartagenera Yoli Arrázola, quien desde hace casi dos décadas decidió organizar su pasión en un trabajo que no sólo traería su satisfacción personal, también llegaría a ocho familias de manera estable y sostenible.

La madera es el centro de todo, a partir de allí muchos sueños se han cumplido, no sólo el de Yoli tras haber creado una empresa, también para los miembros de su equipo, que han visto crecer a su familia en medio de una labor digna y muy sensible, pues el resultado representa un arte apreciado por muchos.


Yoli Arrázola es Administradora de negocios, una carrera que supo unir a ese arte que la acompaña por línea familiar y que la llevó a despertar además un sentido muy exquisito por la decoración y el diseño, el cual materializa en finas siluetas de madera que hacen parte de su propuesta llena de color.

Aclara que no es diseñadora de profesión, su formación la lleva a emprender proyectos, sin embargo, le gusta que los espacios muestren un estilo particular, al tiempo que se pueda apreciar en ellos la belleza que transmite bienestar, armonía y la personalidad de quien lo habite.

Nació la empresa

La idea de crear una empresa surgió en la búsqueda de lo que estaba más cerca, de esos elementos que muchas veces no son valorados y sabiendo que con algo de preparación adicional, podían convertirse en piezas únicas.

De esta manera llegó a los artesanos de Barú, confiando en su criterio para hacer de esas tallas en madera un elemento más comercial, con nuevas técnicas de color y pulimiento, a fin de lograr elementos netamente decorativos.

La labor empezó hace 17 años, con una pausa mientras nacieron sus hijos Nicole y Patrick, siempre con la idea de retomar una vez los niños adquirieran algo de independencia, esto además sirvió para recargarse de confianza y preparación.

Dos artesanos fueron el punto de inicio en este proceso, comenta Yoli, quien empezó a ponerles retos con nuevas tallas, eso también aplicaba para ella, pues tenía que esmerarse por la novedad en sus diseños, donde la tecnología no tiene cabida, allí todo es hecho a mano.

En su misión como cabeza de esta empresa, Yoli Arrázola consigna la idea en una hoja de papel y el paso a seguir es una comunicación constante con los artesanos, pues de ese ejercicio que parte de la familiaridad, depende el resultado final.

Si bien las figuras decorativas que identifican el trabajo de Yoli y su equipo se muestran bellas y frágiles, el entorno y sus ejecutores no lo son. La labor empieza en un aserradero en el municipio de Turbaco, donde en medio de grandes listones de madera ellos esperan los retales para ejecutar su obra.

“Todos hemos aprendido mientras transcurren los años, de pequeños trozos sobrantes sale una figura, que luego toma color y se posa sobre un mueble para continuar el encanto de una bien lograda decoración, es trabajar con lo que aparentemente ha perdido valor y utilidad y devolverlo a la vida”, advierte Yoli.

Algo que la hace más feliz es que las familias de los artesanos están involucradas, pues una vez tienen la materia prima, todos van a casa a continuar su trabajo, de hecho cada uno tiene su especialidad y se dedica a una labor específica, por lo que hasta sus esposas intervienen en la producción de mariamulatas, piñas, canoas, ranitas y cuanta figura sale de la creatividad de Yoli Arrázola.

Desde el inicio del proyecto, los artesanos se han mantenido dispuestos, a los dos que empezaron en este bello trabajo se sumaron los otros seis y es de anotar que en todos está el deseo de superación, pues la evolución de las piezas es notoria, además, los retos también hacen parte de ellos, con producciones que bien pueden compararse a las logradas con maquinaria, manteniendo una excelente calidad.

Yoli cree en la perfección alcanzada a través del trabajo repetitivo, por eso les resalta que son maestros en este arte, para que nunca les falte la autoestima y sigan adelante con una labor que deriva el sustento diario de sus familias.

El futuro

Se habla del pasado lleno de sueños, del presente agradecido, pero también es de anotar que se idealiza el futuro y allí Yoli Arrázola es clara en advertir que su mayor anhelo es sumar personal joven a su misión.

El enfoque que ahora busca es involucrar a esas personas que no encuentran una oportunidad en el campo laboral, pero que a su vez no han notado el inmenso valor de sus manos, pues con su propuesta también intenta perpetuar una actividad tan antigua como el hombre y que cada vez toma más valor como es la artesanía.

La idea sigue su curso con el trabajo en casa, donde ojalá se pueda involucrar el núcleo familiar, Yoli por su parte se encarga de comercializarlo y de hacerlo llegar a las casas más lindas de Colombia y el mundo.

El carácter de permanencia en esta labor, ha llevado bienestar a estas familias y su creadora se desplaza entre Turbaco, Barú, San Onofre y buena parte del Caribe, en la búsqueda de artesanos que traen una herencia de antepasados, así como pescadores que en determinado momento pierden su empleo y dedican ese tiempo de ocio a elaborar cosas interesantes con sus manos, para que se sumen a la causa que va en crecimiento.

 

La inspiración

En la marca Yoli Arrázola se encuentran piezas únicas, que transmiten toda suerte de sensaciones agradables a la vista, al tacto. Es sorprendente ver una silueta con un volumen perfecto que cobra vida a través del color y con dimensiones precisas para involucrarse en cualquier tipo de decoración.

La inspiración llega en la cotidianidad de su vida, en el transcurrir de un día, en la alegría y el color del Caribe, pues todo esto provee a la artista empresaria de ideas para plasmarse en un papel y luego llegar a una talla perfecta.

La evolución de estas piezas y de los mismos artesanos, constituye la mayor satisfacción para Yoli, pues quien más que ella para ser testigo de este crecimiento que empieza en un trozo de madera y luego ver como se valoran sus creaciones en las mejores tiendas de decoración y publicaciones especializadas, esa sonrisa de quienes las hicieron es la mejor retribución.

De frustraciones no habla, cree que como en toda labor hay altibajos, sin embargo, la fortaleza de un equipo es la encargada de llevar todo a un feliz término. En lo que a su vida se refiere, es agradecida con el apoyo de su familia, sus hijos han crecido en medio de todo el proceso, por eso valoran el trabajo y su esposo, Emmanuel Thiriez, le expresa admiración y respeto por el empeño puesto a una misión, que en ocasiones podría considerarse imposible.

Yoli Arrázola se encarga desde la concepción del diseño, hasta el empaque final del producto, así mismo llega a las empresas de envío con cajas llenas de ilusión, que luego se transforman en mejor calidad de vida para los artesanos que conforman su sólido equipo.

Su pensamiento recurrente y que transmite a todos es que para aspirar a cosas grandes en la vida se debe empezar de cero, de otra parte, les ha inculcado que la calidad se vende sola y eso es lo que tienen sus piezas, llegando a esa perfección que se logra a través de la disposición, auto confianza y perseverancia.